Antonio Selfa canta a BRASSENS en versión de AGUSTÍN Gª CALVO





Empecé a oír a Brassens cuando estaba en el instituto y la profesora de francés nos ponía sus canciones, junto con las de Moustaki y Brel. Pero fue realmente a partir de las versiones que cantaban Claudina y Alberto Gambino, las de Javier Krahe y, especialmente, las que grabó Paco Ibáñez, cuando decidí que yo quería hacer eso: cantar temas de Brassens en castellano. Así que me puse manos a la obra y empecé a adaptar 'El almendro' y 'Los enamorados de los bancos públicos'. 

 

Apenas tenía un par de temas adaptados cuando descubrí el libro "19 canciones de Georges Brassens con versión para cantar de Agustín García Calvo". La alegría fue inmensa. Lo compré enseguida y me fui a casa a disfrutarlo. Empecé a grabar en un aparato analógico de 4 pistas, que por entonces tenía, algunas de estas canciones con la intención de enviar una cassette a la editorial Lucina. Por suerte A. G. Calvo vino por esas fechas a Valencia a dar una conferencia y aproveché para dársela en mano. Pocos días después me escribió para decirme que le habían gustado y animarme a seguir grabando y, sobre todo, a cantarlas en directo allá donde pudiera. 

(Fragmento de la primera carta que me envió AGC en mayo de 1992):

***

Antonio Selfa canta a Brassens
en versión de Agustín G. Calvo (Álbum completo)


1 - La mala reputación  (La mauvaise réputation)
2 - El enterrador  (Le fossoyeur)
3 - El gorila (Le gorille)
4 - Se me fue el santo al cielo  (Je suis un voyou)
5 - Tan linda flor  (Une jolie fleur)
6 - Los ombligos  (Le nombril de femmes d'agent)
7 - La mujer de Abel  (La femme d'Hector)
8 - Morir por ideas  (Mourir pour des idées)
9 - Rebotes en el agua  (Les ricochets)
10 - 93 veces de cien  (Quatre vingt quinze pour cent)
11 - Cuando pienso en Teresa  (Fernande)


(grabadas en Valencia entre 1990 y 1993)


***




LA MALA REPUTACIÓN
(“La mauvaise réputation”)


En el pueblo yo, con perdón,
tengo mala reputación:
que me mueva o quieto me esté
paso por un qué sé yo qué.
Y eso que no sé que a nadie le dañe
que yo a mi manera me las apañe.

Pero es que ellos no quieren que
ande uno por donde le dé:
no, jamás te perdonarán
si no vas por donde ellos van.

To el mundo dice “Mira, ahí va”
menos los mu – dos, claro está.

¿Que es el 12 de Octubre hoy?:
en mi camita yo me estoy;
y si suena la musicá,
yo, ni me viene ni me va.
Y no sé que a nadie le perjudique
porque a los desfiles no me dedique.

Pero…

To el mundo apunta para acá
menos los man – cos, claro está.

Si un ratero pasa a mi lao,
que lo persigue un hombre honrao,
pues ¿qué quieren?: yo meto el pie
y el de atrás de morros se ve.
Y el caso es que a nadie arruino de veras
por dejar que escapen los robaperas.

Pero...

No hace falta ser un faquir
pa adivinar mi porvenir:
si una cuerda a gusto les dan,
de corbata me la pondrán.
y el caso es que el cielo no se desploma
porque mi camino no vaya a Roma.

Pero…

To el mundo en la horca me irá a ver
menos los ciegos, es de creer.


 *****


EL ENTERRADOR
(Le fossoyeur)

No es que tenga yo mal corazón:
no deseo a nadie defunción:
pero, si no hay muerto, al pie
de esta hoya la diñaré:

soy un pobre enterrador.

Creen por ahí que no me hace sufrir
explotar difuntos pa vivir;
pero, aunque sin rechistar,
los entierro a mi pesar:
soy un pobre enterrador.

Y si suelto el trapo a la emoción,
me echan pullas los del pelotón:
dicen ellos “Eh chaval,
tiés cara de funeral”.
Soy un pobre enterrador.

Manque diga que el Hombre es mortal,
no lo logro ver tan natural;
y no sé tomarme la
muerte como viene, ca:
soy un pobre enterrador.

Muerto que ni vi ni supe, ¡adiós!
Si de ahí abajo se ve a Dios,
dile lo que me ha costao
cá palada que te he echao.
Soy un pobre enterrador.


*****




SE ME FUE EL SANTO AL CIELO
(Je suis un voyou [J'ai perdu la tramontane])

Yace aquí en mi corazón una vieja hazaña,
un recuerdo de una chica a la que quise bien.

Puede el Tiempo a su placer darle a la guadaña:
dura aquí mi lindo amor para siempre, amén.

Se me fue a mí el santo al cielo
cuando ví a la Inés,
reina en zueco, diosa en velo
de a dos duros tres.
Si las flores por la calle se echaran a andar,
en la Inés por aire y talle
harían pensar.
Yo le dije “¡Si la Virgen
se parece a ti!”
Dios me lo perdone, pero
era un poco así.

Que me lo perdone o no,
me trae sin cuidao:
yo ya tengo el alma en pena:
soy un condenao.

La graciosa iba al Rosario;
se iba a arrodillar:
a qué sabrían sus labios
me puse a probar.
Me dijo ella, muy severa,
Eh, ¿qué haces ahí?”,
pero me dejó que hiciera:
ellas son así.
Yo le dije “¡Por la Virgen,
quédate aquí al pie!”
Dios me lo perdone, pero
ca uno a su quinqué.

Que me lo perdone o no...

Era discreta, y tan buena
que ni en el Edén:
manzana de la condena
mordí en su sostén.
Me dijo ella, muy severa,
Eh, ¿qué haces ahí?”,
pero me dejó que hiciera:
ellas son así.
Yo, sin querer, el vestido
le rasgué, ris-ras.
Dios me lo perdone, pero
no podía más.

Que me lo perdone o no...

Se me fue a mí el santo al cielo
al perder a Inés,
que se casó a contrapelo
con un feligrés.
Debe tener a estas horas
(y ¡qué horas son!)
dos o tres críos que lloran,
que les dé el peón.
¡Y antes que ellos yo a su madre
mamé con fervor!
Dios me lo perdone, pero
era por amor.

Que me lo perdone o no...


***





TAN LINDA FLOR
 – “Une jolie fleur”-

Tan ciego nunca hubo un enamorao
que como yo anduviera de cogote:
la vista, en fin, me la había jorobiao
de tan de cerca mirarle el escote.

Tan linda flor en pellejo de zorra,
zorra tan linda en disfraz de flor,
que te hace un mimo y te atrapa y te emporra
y por la porra te lleva alrededor.

La había dotado Dios de gracias mil:
de las que dan calambre si se toca:
tantas, que yo, que si aquí, que si allí,
ya no sabía donde dar de boca.

Tan linda flor…

Cabeza no tenía: en un dedal
cabía toda su intelectamenta;
pero una chica, pal juego floral,
no hace falta que haya inventao la imprenta.

Tan linda flor…

Al fin se las piró a lo natural,
dejándome en lo propio un purgatorio,
y no pudo curarme de ese mal
ni la botica de San Palmatorio.

Rabia me dio, pero, ya desangrao,
mi corazón la tiene perdonada
de habérmelo dejao tan desgarrao
que a nadie ya puede servir pa nada.

Tan linda flor…


*****



LOS OMBLIGOS
(Le nombril des femmes d'agents)

Ver un ombligo de mujer de ejecutivo no es pintura
para elevarlo a uno al cenit del Arte ni de la Cultura:
Pero hace poco hubo en París un hombre probo y obsesivo
por contemplar sólo un botón de cónyuge de ejecutivo.

“Ay, me hago viejo” suspiraba “y en el curso de mis días
ombligos me ha tocado ver de todas las categorías:
de esposas de industrial, de juez, de cura, de guardián de archivo,
pero un ombligo nunca ví de una mujer de ejecutivo.

Mi padre vio, como me veis, ombligos de mujer de agente;
gozó mi hermano la visión del de señoras de intendente;
vio mi hijo el timbre de una tronca de ministro progresivo
y yo no he visto ni un ombligo de mujer de ejecutivo.”

Así andaba gimiendo en público el buen hombre, cuando en esto
la hembra de un Cuadro Superior, tendiéndole su ombligo honesto,
le dijo: “Voy a terminar con su tormento corrosivo:
le haré el ombligo ver al fin de una mujer de ejecutivo.”

“¡Aleluya!” clamó el vejete “Vino el éxito a mi empeño.
¡Moción de gracias al Señor! que voy a realizar mi sueño.”
Emocionado se  internó bajo el corsé caritativo,
fijos los ojos al botón de una mujer de ejecutivo.” 

Mas, ay, que estaba reventao por el exceso de su celo,
y cuando el blanco iba a alcanzar de 15 trienios de anhelo,
la muer-muer-muerte lo atrapó a un palmo ya de su objetivo.
Nunca un ombligo pudo ver de una mujer de ejecutivo.






 
LA MUJER DE ABEL
(La femme d'Hector)

En nuestra horda incivil
¿cuál es la más gentil,
la más amable de las
damas de los demás?,
¿cuál nuestra tata angelical,
la hermanita de cada cual?
Siempre al quite en la mala hora,
¿quién es ese hada bienhechora?

No es la mujer de Beltrán,
no es la de Sebastián,
no es la de Segismundo;
no es la mujer de Fermín,
la mujer de Agustín
ni la de Benjamín;
no es la mujer de Raúl
ni la de Barbazul
ni la de Turismundo,
menos aún la mujer de Fidel,
que es la mujer de Abel.

Como hay mucho que trotar
pa encontrar qué jalar,
siempre con llagas al fin
se nos ve el calcetín;
y ¿quién nos zurce tanto horror
con hilos de cualquier color?:
¿quién nos borda con mil trabajos
de un arco iris los zancajos?

No es la mujer…

Si nos atrapan, ¡San Diez!,
con la mano en la red,
y nos echan en chiron-
a a mondar cañamón,
¿cuál es la que, con terquedad
de perro fiel y contumaz,
se queda en guardia ante la puerta,
hasta que se nos reconvierta?

No es la mujer…

Si uno al palmar se nos fue y
nos ordena la Ley
desalojar el local
del despojo mortal,
¿quién revuelve la población
pa que de saldo y de ocasión
le hagan tremendos funerales,
casi casi que nacionales?

No es la mujer…

Y cuando llama al amor
Mayo, el mes de la flor,
y al amor vamos a aullar
sin eco en el solar,
¿cuál, de la pena que le dda,
a echársenos al cuello va?,
¿la que nos colma de delicias
de sus ahorros de caricias?

No es la mujer…

No echemos perlas a los
marranillos de Dios;
no prediquemos a ton-
tas y a locas sermón;
no le cantemos hipipís
a memos, lelos ni gilís,
a roñosos ni papanatas
ni a las repipis y pazguatas,

ni a la mujer de Beltrán
ni a la de Sebastián
ni a la de Segismundo,
ni a la mujer de Fermín,
la mujer de Agustín
ni la de Benjamín,
ni a la mujer de Raúl
ni la de Barbazul
ni la de Turismundo,
ni menos a la mujer de Fidel:

sí a la mujer de Abel.


***






NOVENTA Y TRES VECES DE CIEN



La mujer, que lo tiene todo justo,

para darle a la carne fiesta y gusto,

la mujer, que nos hace arder en tal

pasión brutal,

la mujer, es más bien sentimental.

Mano con mano largas paseatas,

flores, cartitas, versos, serenatas,

locuras, crímenes por sus encantos, la hacen, oh,

suspirar, pero



Noventa y tres veces de cien

la mujer se aburre jodien-

do y, que lo apruebe o lo corrija,

no se le ríe a cada paso la rendija.

A los gilis que se lo creen

hermosos cuernos se les ven.

A la hora de pasar al tajo

triste a me nudo está, ¡carajo!

Si no oye el “Pin” del corazón,

tampoco el coño dice “Pon”.



Los “Sigue”, los “No pares”, los “Qué vuelo”,

que grita para hacer que sube al cielo,

son pura caridad: sus estertores de pasión,

los más, mentiras piadosas son:



todo es a fin de que su contrincante

se crea que es un hacha como amante,

que al gallo imbécil que la monta no le dé un parón

de desilusión.



Noventa y tres….



Salvo que ame al tipo: en ese caso,

a sus caricias siempre haciendo caso,

siempre dispuesta al trance, a la emoción, entonces, ah,

se aburre, pero cuenta no se da;

o que tenga la vulva salomónica

y sufra de ninfomanía crónica

que entonces puede hacerle a su galán pasar, en fin,

por las de Caín.



Noventa y tres…



Ya oigo correr los comentarios de ésos

que creen en reinos de hadas y embelesos:

Es porque eres un torpe, un pato y, claro, así no harás

que pierda la cabeza ella jamás”.

Puede. Pero si os cargan pese a todo

las cargas de esos “Miren cómo jodo”

damas, mientras dejáis que os coman el pastel decid

en voz baja así:



Noventa y tres...




*****






MORIR POR IDEAS 
 (Mourir pour des idées)


¡Morir por una idea!: idea interesante;
por no tenerla, yo por poco fallecí:
pues los que la tenían, mayoría aplastante,
aullando "¡Muera, muera!" se echaron sobre mí.

En fin, me han convencido: mi Musa desatenta
reniega de su error y vota su moción,
con una leve enmienda a la formulación:
por la Idea morir, sí, pero a muerte lenta,
sí, pero a muerte lenta.

Visto que nada va a perderse con la espera,
vamos al otro barrio sin prisa por llegar:
pues, si aprieta uno el paso, puede ocurrir que muera
por ideas que ya han mandado retirar.

Pues bien, si hay algo amargo y triste, es darse cuenta
al rendir uno a Dios el alma, de que no
cogió la buena idea, de que se equivocó.
Por la Idea morir, sí, pero a muerte lenta,
sí, pero a muerte lenta.

Los que con más ardor predican el espicho
casi siempre acá abajo se suelen demorar:,
"Morir por una idea" es (nunca mejor dicho)
la razón de su vida, y la han de aprovechar.

Los hay que, con el noble ideal que los alienta,
si se descuidan, viven más que Matusalén;
deduzco que se dicen aparte ellos también
Por la Idea morir, sí, pero a muerte lenta,
sí, pero a muerte lenta.”

De ideas que den pie para estirar la pata
sectas de mil colores ofrecen arsenal;
así que se pregunta la victima novata:
"Morir por una idea, muy bien, pero ¿por cuál?";

y, como se parecen una y otra y cuarenta,
al verlas con sus mil pendones avanzar,
el listo en torno al hoyo da vueltas sin parar.
Por la Idea morir, sí, pero a muerte lenta,
sí, pero a muerte lenta.

Y al menos, si bastara un par de escabechinas
para que todo al fin cambiara y fuera bien,
después de tantos siglos de ilustres sarracinas
tendríamos acá que estar ya en el Edén;

mas la Edad de Oro siempre mañana se presenta:
el Dios del Ideal jamás calma su sed;
y es siempre muerte y muerte, muerte una y otra vez.
Por la Idea morir, sí, pero a muerte lenta,
sí, pero a muerte lenta.

Ustedes, los que animan a pasar por el tajo,
mueran delante: el paso les cedemos, y ya;
pero dejen vivir a los otros, ¡carajo!;
la vida es todo el lujo que en vida se les da.

Porque, al fin, la Pelona nunca pierde la cuenta:
no hace falta que nadie le ayude en su misión.
¡Basta de fantochadas al pie del paredón!
Por la Idea morir, sí, pero a muerte lenta,
sí, pero a muerte lenta.

*****


REBOTES EN EL AGUA

(Les ricochets)


Dejé mi ciudad
(tenía la edad
de trece más cinco)
y un día que tal
en la Capital
me puse en un brinco;
no fue: “Aquí, París,
tu y yo bis a bis”
de entrada mi grito:
que tu Rastignac
no tema, Balzac,
que con él compito.

Burgueses de pro,
tranquilos, que no
os turban el sueño:
no es más que un simplón
que trepa hacia el Mon-
parnaso pequeño.
No es de extrañar
que fueran a dar
mis pies de seguido
al Pon Mirabó,
a decirle “Ho-
la” al lírico herido.

Ni brujo aprendiz
preví yo, infeliz,
el gran alboroto
que en mi estaribel
iba armar aquel
paseo devoto:
que mi corazón
iba en la ocasión,
según su rutina, a
quedar (mira tú)
prendado de su
primer parisina.

El caso es que allí
abajo la ví
junto a unos pilotes,
la linda, tratar
de hacer con mal ar-
te en aguas rebotes.
No es por presumir,
pero hay que decir,
sin darle más porte,
que yo a la sazón
era un campeón
en ese deporte.

Si un beso me das”,
propuse sin más
a la damisela
te enseño en un tris
el arte del ris-
con-ras a mi escuela”.
Trato hecho: en tirar
maestra sin par
salió en una horita,
la paga me dio,
muriéndome yo,
su boca exquisita.

Y tiempo a correr,
(la Prensa de ayer
así lo relata)
había que andar
muy listo pa hallar
una china chata.
Rehicimos, del Pon
t Alexandre al Pon
d’Iená, a lo moderno,
y hasta San Michel,
el mapa de aquel
País de lo Tierno.

Fue hermoso, y pasó:
del Pon Mirabó
la linda locuela
un día pegó
rebote y salió
dejando la estela:
por un vejastrón,
veleta, a traición
dio un giro de flecha,
rico y con mansión,
pa más irrisión,
a Orilla Derecha.

No poco lloré:
la lágrima me
duró la quincena:
se dice que al pie
de Auteil (mira qué)
crecer se vió el Sena;
y si al Pon d’Almá
no fui a anegar, ah,
mi pena inefable,
es que el agua allí
ya entonces pa mí
no estaba potable,

y que había ya
visto esta verdá
(que abismos me abre),
que, vivo ni muer-
to es más bien incier-
to el llegar al Havre.
No es para llorar:
vamos, al pasar,
sin rabia ni ruido,
al Pon Mirabó,
a decirle “Ho-

la” al lírico herido.


**** 
 

CUANDO PIENSO 
 ("Fernande")


Rutinillas de solterón,
yo he tomao la costumbre
de aligerar mi pesadumbre
a los sones de esta canción:

Cuando pienso en Teresa
se me pone tiesa;
cuando pienso en Belén,
tiesa también;
cuando pienso en Cristina,  
rediós, que se me empina;
si pienso en Mariló,  
pues no, ya ven que no.  
En esto de empalmar
no se puede mandar.

Esta exaltante cantinela
que a la firmeza incita
se oye sonar en la garita
del aguerrido centinela:

Cuando pienso…

Pa hacer más dulce el desamparo,
la soledad más tierna,
mientras vigila su linterna
canta el farero allá en su faro:

Cuando pienso…

Tras el rezo en el refectorio,
sin virgen que le asista,
canta triste el seminarista
hincado en su reclinatorio:

Cuando pienso…

Cuando mis flores fui llevar
a la Cruz del Caído,
al soldado desconocido
con emoción le oí cantar:

Cuando pienso…

Y pongo aquí punto final
a este viril rosario,
sugiriendo a los solitarios
que lo hagan su himno nacional.

Cuando pienso....


*****


Con Cayetano Bravo (contrabajo) y Joanma Romero (guitarra). 
Nuestra primera actuación en directo ("L'andalús", Favara,1995)




Con Agustín García Calvo en el 'Made in Spain' (Cullera, 1996)
presentando estas versiones.


*****

Ensayando "Los ombligos" en Russafa (Valencia) con Anna Garcia (contrabajo)
y Carlos Carrasco (guitarra) / Vídeo: Javi Sanmartin, 2014



***

"Cuando pienso en Teresa" / "Cançó de l'Enriqueta"
("Fernande")
en la Sala Russafa Octube de 2014
junto a MIQUEL PUJADÓ




*****

"G. Brassens | 19 canciones con versión para cantar de Agustín Gª Calvo"





 Editorial Lucina


***



Selfa canta Brassens, versiones de Agustín García Calvo
Selfa canta Brassens en castellano